Se viene otro 9 de julio y en las escuelas vamos preparando bailes folklóricos, pintando “casitas de Tucumán” y recortando palomitas.
Se nos prescribe desde los documentos curriculares que las efemérides no deberían ser parte de los contenidos de enseñanza, por lo que el trabajo didáctico de reflexionar en el aula sobre la independencia argentina se da solamente en algunos momentos puntuales de la trayectoria escolar, como por ejemplo, “La promesa a la bandera”, o como contenido en quinto grado de acuerdo al diseño curricular, formando parte de las revoluciones americanas; por lo que la mayoría de las concepciones sobre nación e independencia argentina que reciben lxs ninxs en la escuela primaria provienen de ceremonias y actos solemnes .
Una vasta bibliografía plantea que una de las funciones originales de la escuela primaria obligatoria fue la formación de ciudadanos argentinos, una homogeneización necesaria para el estado nación en formación, invisibilizando de esta manera a los pueblos originarios, inmigrantes y afrodescendientes.
Para formar estos ciudadanos argentinos se parte un mito fundacional: la independencia argentina como producto de un consenso, donde no hay conflicto, salvo con los realistas, donde desde entonces somos todos argentinos, con un mismo interés de hacer grande a la patria, los trabajadores, los comerciantes, banqueros y empresarios, todos unidos.
Para superar estas caricaturas de la realidad social es necesario caracterizar los distintos actores sociales en conflicto intervinientes en el proceso y sus intereses, lo cual contribuiría a formar estudiantes críticos que puedan tener un acercamiento científico a los estudios sociales.
Ante la pregunta ¿qué sucedió el 9 de julio de 1816?, podemos distinguir de manera esquemática varias fuerzas en conflicto, por un lado Buenos Aires, donde los comerciantes porteños hegemonizan sus intereses de dar por finalizada la revolución que les estaba saliendo costosa y mantener el control del puerto y la aduana; por otro lado a la Liga de los pueblos libres, integrada por la llamada Banda Oriental más las provincias del litoral con Artigas a la cabeza, que impulsan un gobierno federal con una serie de reformas agrarias contrarias a los intereses terratenientes; ambos están enfrentados a las fuerzas españolas que venían reconquistando sus posesiones coloniales después de la derrota de Napoleón en Europa y la liberación de Fernando VII; también interviene el Imperio de Brasil que estaba en expansión con la corona portuguesa; y como olvidar a la mayor fuerza imperial de ese momento, Gran Bretaña, que llevaba adelante mediante la diplomacia la imposición de sus intereses, después de haber fracasado militarmente dos veces en el Río de La Plata anteriormente.
El Congreso de Tucumán que redactó el Acta de Independencia se dio en este contexto y no tiene nada que envidiarle a las maniobras del Congreso de la Nación actual, ya que la elección de diputados fue digitada desde Buenos Aires y excluyó expresamente a la Banda Oriental, en donde hubo negociaciones secretas para entregar la misma a los portugueses, también debieron agregar que querían liberarse de todo dominio extranjero ante el escándalo provocado por el transcendido que discutían la conveniencia de establecer otra monarquía en el Rio de La Plata, un ejemplo de ello fue Belgrano que pretendía una monarquía Inca bajo la tutela de alguna fuerza imperial europea.
Es necesaria la elaboración de materiales con fuentes históricas que permitan dar cuenta a nuestrxs estudiantes sobre la complejidad del proceso histórico, preguntarnos a quien benefició cada hecho desarrollado, qué pasó con los esclavos, qué pasó con los pueblos originarios (a pesar de la redacción del Acta de Independencia en quechua y guaraní), cuál era el rol de San Martín en este proceso. La docencia crítica no puede depender del mercado editorial de los libros de texto, ni de la aplicación de materiales elaborados por el gobierno, solo de esta manera podremos contribuir al conocimiento científico de la realidad social.