19 de mayo de 2009
LA NACION
Algo pasa en la Argentina que mella su forma de gobierno y sistema político. Y la carga de exportación e importación, los transportistas y los operadores portuarios son testigos de ello.
Algo pasa con la democracia republicana.
Y decir que el país es la carne de la inseguridad jurídica y el descrédito institucional es lamentablemente obvio y redundante.
Porque si un órgano del Poder Ejecutivo no es digno canal de un reclamo -por ineficiente, por omisión, por indiferente o por interesado desinterés que manifieste- algo está fallando.
Si un actor, sea cual fuere el grupo de presión al que pertenece o el factor de poder que ejerce, decide canalizar entre sus pares (otro grupo de presión o factor de poder) y no acciona ante la autoridad que regula su actividad, algo falla.
Una hipótesis que circula, descabellada por cierto: medir la magnitud de un reclamo por el grado de daño que genera a un tercero no implicado, dimensionándolo, además, según quién sea o qué interés represente éste damnificado.
En este marco, la Argentina repite cuadros como el siguiente: un sindicato se pelea con otro sindicato que acordó un convenio de trabajo con la patronal que tienen en común (¿por qué hay dos sindicatos para una misma actividad?) y para mostrar su disconformidad con la patronal ataca su fuente de ingresos (la exportación) bloqueando el transporte de su mercadería. Esto sucedió la semana pasada, y el año pasado, y el anteaño…
La representatividad está fallando. Nuestro sistema político prevé advertirlo y cambiarlo con cada elección de representantes.
Factores de poder, grupos de presión y representatividad – LA NACION