Poder económico en la Argentina
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Poder económico en la Argentina

Poder económico en la Argentina (clarin.com)

2000. EL SIGLO QUE SE VA – EL MILENIO QUE VIENE: LAS EMPRESAS EN EL SIGLO XX

Poder económico en la Argentina

A principios de siglo, los grupos económicos ya eran muy fuertes en la Argentina. Pero los nombres eran otros, no los que ahora ocupan el candelero. Y también tuvieron que enfrentar la competencia externa.

22/08/1999 0:00 

Actualizado al 24/02/2017 12:50

El poder económico en la Argentina durante este siglo ha tenido tres protagonistas principales: una poderosa elite local agropecuaria e industrial, el capital extranjero y el Estado. Estos tres actores fueron aliados en algunas ocasiones y se enfrentaron en otras. Sus intereses cambiaron y se entrecruzaron a lo largo de las décadas. Pero desde la Sociedad Rural a la Bolsa, pasando por la Cámara de Comercio, la UIA o la Asociación de Bancos, algunas de sus instituciones más representativas, construyeron un poder permanente que se proyecta a la entrada del nuevo milenio.En la Argentina hay una elite que siempre ha tenido mucho poder, observa el economista Jorge Schvarzer. Los grupos económicos, por ejemplo, no son un invento de los 80. Ya existían en las primeras dos décadas de este siglo. Ernesto Tornquist fue el fundador de un imperio que abarcó desde bancos hasta fábricas de tabaco. Los Bemberg, Bunge & Born, Leng Roberts y otros constituyeron en su época los llamados trusts, que tenían un poder tal que sus actividades llegaron a ser investigadas por una comisión del Congreso entre 1918 y 1919, relata el historiador económico Fernando Rocchi.En los gloriosos 20, la Argentina creció más que Estados Unidos, Canadá y Australia, tanto en términos per cápita como globales, anotan Pablo Gerchunoff y Lucas Llach en su libro De la ilusión al desencanto, un siglo de políticas económicas argentinas. El capital extranjero, primero el británico y más tarde el estadounidense, desempeñó un papel clave en esta etapa. Hacia 1910, en el centenario, la Argentina era el segundo receptor de inversiones directas británicas en el mundo. El primero era la India, una colonia.La Gran Depresión aceleró la industrialización. En la década del 40, el grupo Bunge & Born ya contaba con numerosas plantas industriales. Una nueva burguesía mediana también comenzaba a hacer su aparición al calor de las políticas proteccionistas que se implementaron desde el Estado, que asumió desde entonces un definido rol empresarial. El nombramiento de Miguel Miranda, un pequeño industrial, como ministro de Economía del primer gobierno peronista sintetiza la alianza entre el Estado y el sector más débil del empresariado, una experiencia que se repetiría en los 70 con José Ber Gelbard.Un empresario emblemático de los 50 es Torcuato Di Tella, padre del actual canciller. Su empresa SIAM (Sociedad Industrial de Amasadoras Mecánicas), que había comenzado como una fábrica de amasadoras de pan, pronto produciría heladeras y hasta automóviles.A fines de la década del 50, las políticas estatistas del gobierno peronista son desmanteladas y comienza un nuevo período de auge en las inversiones extranjeras, que se concentran principalmente en los sectores petrolero y automotor. Fiat, Renault, General Motors, Peugeot, Ford y otras multinacionales comienzan a producir desde plantas en Buenos Aires y Córdoba.Los 60 son otra década próspera de intenso crecimiento económico, bajo desempleo e inflación. Pero la economía y la política marchaban por senderos diferentes. En 1969, el año del Cordobazo, el PBI argentino tuvo un crecimiento del 9,6% y una tasa de inflación de apenas el 7,6%.Adalbert Krieger Vasena, que tuvo que renunciar al gabinete de Juan Carlos Onganía, diría que lo habían volteado los trabajadores mejor remunerados del país, los del cinturón industrial de Córdoba.En 1973, con el peronismo nuevamente en el gobierno, el mercado interno era todavía una poderosa locomotora económica. Ese año, la industria automotriz local ensambló 220.000 vehículos, un récord que sólo se repetiría 20 años más tarde.El Rodrigazo de 1975, que desató una espiral inflacionaria, y la violencia política convirtieron a la Argentina en un lugar peligroso para las inversiones productivas. El secuestro y muerte de Oberdan Sallustro, presidente de la filial argentina de Fiat, fue un punto de inflexión para el retiro de los capitales externos, que alcanzaría su punto máximo en 1978. A partir de ese año, el poder económico pasa a manos de la patria financiera. Pero la caída del banquero Rafael Trozzo (Banco de Intercambio Regional, BIR), que construyó un imperio bancario pagando altísimas tasas de interés por depósitos garantizados por el Banco Central, marcó un final desastroso para el experimento monetarista.El comienzo de los 80 es el momento en que aparecen los nuevos grupos económicos argentinos. Francisco Macri, un empresario que se había iniciado en la construcción, consigue la licencia de Fiat para fabricar sus autos. Los grupos Perez Companc, Soldati, Fortabat, Roggio y otros toman crecientes posiciones en el aparato productivo.La llegada de la democracia en 1983 no consigue estabilizar la economía y son estos grupos, con su cintura financiera y aceitados contactos en el aparato del Estado, los que continúan como protagonistas del momento. La historia reciente es más conocida. La década del 90 vino acompañada de un fenomenal recambio en el mapa del poder económico, con un nuevo auge de inversiones extranjeras, atraídas por las privatizaciones y la estabilidad que inaugura el plan de convertibilidad. Comienza un nuevo período de masiva desnacionalización económica, que adquiere su máxima expresión con la toma de control de YPF, la mayor empresa nacional, por parte de la española Repsol.

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